Hace poco que he retomado el placer de dibujar caballos, tomando apuntes del natural sentada junto a la pista donde veo cómo evolucionan al trote o al galope, siguiendo las indicaciones de las jóvenes amazonas con las que coincido.
Después de mirar un largo rato, observar los movimientos, los cambios de mano, los giros y los saltos, el paso lento al salir o entrar de las cuadras, saco el estuche de las pinturas y elijo: tinta y pincel, acuarelas o lápices según el día. O según el momento: puedo alternar el pincel con los lápices o mezclar la tinta con las acuarelas.
Admiro cómo bailan las amazonas con sus caballos. Sencillamente, los quieren, danzan con ellos al paso, trotando o lanzándose a galopar. Pacientemente repiten saltos y zancadas, y yo dibujo rápidamente intentando captar sus movimientos.
Las mil patas de los caballos...
A veces chispea y antes de que empiece a llover, es mejor guardar el cuaderno y terminar la jornada dentro, acariciando, cepillando o dando zanahorias al modelo del día: justo premio a su trabajo!
Y al final del día, todos los dibujos están llenos de la experiencia de ver, tocar y sentir cada momento que paso dibujando y pintando a los caballos y sus amazonas.