Cuatro días para asomarse, para comprender que Roma, la ciudad, necesita de muchas miradas para asimilar las distintas ciudades que en ella se van imbricando mágicamente. Itinerarios que se dibujan solos, caminando entre las colinas o cruzando el Tíber una y mil veces para perderse y encontrarse de nuevo entre retazos de arte e historia continuos.
"Oh, Roma! en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura."
Quevedo
Cuatro días al inicio de una primavera que ofrece hojas de acanto labradas en piedra y otras verdes y abundantes brotando entre los muros. Llueve por la tarde, apenas unas gotas, pero dan brillo a las calles y hacen surgir el olor de la hierba que crece entre las ruinas.
Para tan largas caminatas, lo mejor es un pequeño cuaderno donde dibujar y apuntar, siempre que el paseo permita el reposo de pararse a contemplar.
El río Nilo en la fuente de Bernini.
La Piazza Navona.
Las murallas de Roma.
La porta asinaria
Cruzando el Tíber:
Ponte Sisto y la cúpula de San Pedro.
Los desayunos en Roma:
Pasteles y café expresso
Un rincón de la Roma medieval, al sur de la ciudad, cerca del Tíber:
La iglesia de Santa Passera
Y una mañana entera recorriendo el Foro Romano, donde el tiempo se detiene:
A la tarde, pasando cerca de las termas de Caracalla, se llega hasta la iglesia de San Pietro in Vincoli, donde espera la magnífica figura en mármol del Moisés de Miguel Ángel.
Roma, marzo de 2017
Sé que esta vez te has llevado tu cuaderno pequeñito. No importa el tamaño pues, tus dibujos siempre son inmensos...!
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