Las hojas del liquidámbar variaban del verde al granate, pasando por ocres y morados.
En el bosque los robles se doraban en sus ramas más bajas, mientras que a lo lejos aún verdeaban los árboles más veraniegos. Las pisadas hacían crujir las hojas secas del suelo. Suena el otoño.
Salgo con mis acuarelas ordenadas en cartones preparados para los apuntes más rápidos. Tomo nota de los colores, el dibujo de las ramas, el fundido de los tonos. Humedezco con agua el papel para que el color se deslice y termine recortando el perfil de los árboles.
Siempre aparece un ayudante curioso que interviene en la tarea
Los árboles más altos sobresalen entre masas de colores ocres y naranjas. Las masas de hojas perennes contrastan con sus verdes que enfrían la composición.
En el estudio, sigo trabajando con la idea que me traigo del natural. Contrasto tonos, fundo unas masas y delimito otras. Las hojas de los castaños, del seto de carpe, de los plátanos de sombra, de los abedules... se van extendiendo sobre hojas de papel acuarelado.
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